La clase práctica del pasado 20 de Mayo, si bien estuvo dedicada a la búsqueda rápida, eficaz y de calidad en distintos servidores; dejó entrever uno de los mayores inconvenientes de la sociedad de la información en la que vivimos inmersos: la cada vez más acusada ausencia de privacidad.
Por otro lado, es cierto que estos cambios hacen necesarias herramientas mínimas como el correo electrónico, que dejando a un lado el uso personal, se ha convertido en dato casi intransferible de cada persona, obligatorio para no perder el contacto con el “mundo exterior”, además de ser requisito de contacto para con diversos organismos administrativos; o el teléfono móvil, con aplicaciones de mensajería instantánea como whatsupp, que establecen vínculos de interrelación a una velocidad fugaz y con unos resultados y una practicidad inigualables.
En ese sentido nacieron también las redes sociales, que si bien ayudan en el preciso bien de facilitar la interactuación, las empresas creadoras descuidan intencionadamente las políticas de intimidad para con sus usuarios: bien vendiéndolas a terceros o no evitando que indeseados puedan acceder a información verdaderamente vital; séase la dirección, gustos personales, opción religiosa…
No obstante, existen múltiples casos en los que el propio usuario descuida reglar su situación personal en las mencionadas redes, normalmente por desconocimiento; actitud que debe ser erradicada mediante la concienciación obligatoria de la propia empresa. La misma, a pesar de ofrecer un servicio gratuito, se convierte en depositaria de cantidades ingentes gracias a la masiva aceptación de estos medios, no siempre recurriendo a métodos legítimos, como la ya mencionada venta de datos.
Es tanta la participación, que incluso organismos de gobierno europeos como la Comisión europea de Bruselas ha pedido directamente a las mismas redes que “incrementen sus esfuerzos para proteger los datos personales de los menores y que actúen con celeridad a la hora de cortar los abusos denunciados”, si bien sólo el 40% de estas empresas garantizan la confidencialidad de los datos. Puedes leer el artículo completo aquí.
Este tema ha vuelto a la opinión pública y a los medios; cosa que les reporta aún más publicidad, con el nuevo mecanismo patentado por Facebook, que establece un sistema memorístico de reconocimiento de los rostros de los usuarios, presentado automáticamente en los perfiles de sus clientes; osando utilizar sus datos con fines todavía no muy claros en otros tantos. La cuestión es que Facebook podrá tener una registro completo y personal de todos sus usuarios, en función de los datos que los mismos hayan dejado entrever; encontrándonos por tanto totalmente localizables por la mencionada red; que a pesar de todo, es una empresa, y que en un futuro podríanse utilizar nuestros datos, hoy aparentemente inofensivos, en arma letal. Por añadido, en el reglamento de las mismas no se contempla el borrado absoluto de la información, ni tan siquiera el derecho a servirse del material. Alguna vez he escuchado algún comentario sobre futuros políticos o personajes destacados que en un futuro podrían arrepentirse de lo que hoy encomiendan internet.
Pese a todo, es totalmente lícito el uso de las redes sociales, mas siempre, y como todo, con prudencia y responsabilidad. Así, que ¡Ojo con Facebook! y el resto de servidores donde depositas tus datos, pues es triste comprobar cómo, y en cierta manera, hay demasiados jóvenes que, bien por su inmadurez u otros motivos, manifiestan una adicción supina a las redes sociales, no viendo más allá de la irrealidad de un mundo marcado por las fotos e información que el otro quiere dar; no siempre verdadera; pudiendo llegar a condicionar a la persona muy negativamente.
No suelo escuchar este tipo de música, pero en este caso, creo que el cantante sevillano Tote King puede expresar en parte la obsesión o falta de libertad que puede derivar de las redes sociales en pocas estrofas.