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domingo, 11 de diciembre de 2011

Plagio vs reinterpretación

Nada puede justificar el uso del plagio, o dicho de otro modo, hacer creer que la transición hasta la consecución de un determinado trabajo se ha hecho por méritos propios y con esfuerzo individual, sin reconocer la trascendencia que hayan podido tener en él determinadas personas. Sin embargo, sí es verdad que los profesionales de hoy día sienten la presión social de publicar intermitentemente artículos científicos inéditos para legitimar su andadura intelectual, y asimismo su renombre.

No obstante, existe un amplio abanico de posibilidades de fraude en este aspecto: desde  el “copia y pega” hasta el más trabajado y sutil de los calcos; todos realizados de forma consciente. Por otro lado, tampoco puede hacerse generalización absoluta, pues toda actividad que resulte plagio no tiene por qué ser hecha de manera juiciosa y teniendo unos intereses de provecho concretos, pues todavía en nuestro tiempo se da una triste realidad: muchos permanecen aún en la inconsciencia de lo que resulta plagio y lo que no; pensando que la información es de todos y podemos apropiarnos de la concepción de la misma, sin saber que por ley debe respetarse al menos la mención de su autor. Por otro lado, entra también en juego el tema de la ética: ¿Nos gustaría que cualquier persona se adueñara sin consideración ni preocupación de un trabajo que nos ha ocupado sacrificios, esfuerzo y tiempo de nuestras vidas sin ningún tipo de consideración?

            Recuerdo que en mis años de secundaria, más de un profesor nos prohibió realizar nuestros trabajos de clase a través de datos de internet; quizá porque desconfiaba que a nuestra lozana edad fuésemos capaces de encontrar información fiable, o tal vez para evitar las tentaciones del “copia-pega”. Sea como fuere, la realidad es que el desechar vías de adquisición de conocimiento no es la solución para impedir el plagio, y esta negativa actitud debería ser paliada o contrarrestada con la información y la instrucción en ese aspecto: debe así quedar claro que el fin último de la educación es la formación intelectual que permita al hombre pensar por sí mismo, para que así pueda exhalar sus propias ideas, no valiendo de nada que éstas estén manipuladas y no sean por tanto verídicas, sino que deben aportar nuevos componentes al acervo intelectual humano. Este artículo hace hincapié en este hecho en concreto: no tanto en criticar la falta de ética del alumno, sino su incapacidad para parafrasear y sintetizar.




            Asimismo, supongo que aunque también existan plagios más evidentes por constituir hechos más universales, y otros no tanto por hallarse inmersos datos más específicos, invalida de todas maneras la fiabilidad del conjunto. Es el caso también de historias narradas por películas con aparente originalidad, o detalles librescos con intervenciones de personajes importantes con aportes de ceremonialidad para aportar excelsitud.



Se dan infinidad de casos de plagio en todas las esferas, incluidos los aparatos tecnológicos, que debido a su vertiginosa evolución y a las filtraciones entre grandes empresas o ideas paralelas, convergen en la sustitución de múltiples polémicas y juicios multimillonarios. Es materialmente lógica esta actitud, porque el fin último de estas empresas es ofertar los productos más extraordinarios y con aplicaciones más novedosas y señeras; porque si la competencia posee también los mismos avances, es evidente que la demanda bifurcará sus intereses.

            Por otro lado, la veda permanece abierta también en cuestión de ritmos musicales o letras parecidas en determinadas canciones.


Waka Waka. Shakira


Grandes plagios de la historia de la música.


O incluso en los diseños de moda… ¿Qué no está ya inventado? ¿Dónde queda el punto de inflexión entre el plagio y la reinterpretación?

            A pesar de todo, queda claro que  el plagio de cualquier profesional deslegitima por completo su credibilidad, acaba con su carrera y pierde el favor de la sociedad en materia de conocimiento; así como todo lo anteriormente publicado; aunque sólo haya quebrado su buen hacer en una ocasión. Porque todo lo que pone en cuestión la legitimidad de lo realizado, la falta de ética, el hacer creer a la sociedad que lo conseguido se ha efectuado bajo un esfuerzo y unas capacidades concretas; para finalmente descubrir un engaño, resulta de un tremendo mal gusto y un rechazo absoluto. El hombre rechaza de manera natural e intrínseca la mentira.

            Por otro lado, sí es cierto que este tipo de acusaciones deben de perpetrarse con cierta cautela, efectuándolas con conocimiento de causa,  siendo consciente de que, si finalmente el encausado sale libre de culpa, sobre él pesará siempre la sombra del plagio.
           
Ejemplo de ello puede ser un caso, que a pesar de que no tiene relación directa con el plagio, sí con sus consecuencias y con algunos de sus parámetros. De este modo, nuestra atleta Marta Domínguez pudo experimentar una sensación parecida cuando fue acusada y detenida por dopaje, porque aunque hoy día se haya demostrado su inocencia, las consecuencias de ese período de falta de credibilidad hacia su trayectoria ha tenido consecuencias irreparables. Observad la dureza de estas acusaciones.




            Pese a todo, la solución a este tipo de males, como ya hemos comentado en varias clases, es la difícil pero palpable conjunción de ética y formación en la presentación de la información.

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